domingo, 27 de junio de 2010

LA ESCUELA: Un camino hacia otro mundo

En muchas veredas de Ibagué los niños deben recorrer a píe difíciles caminos en largas jornadas en busca de un sueño: aprender.

Más que un recorrido, es una carrera contra el tiempo la que empieza Lina todos los días, muy puntual a las 6:00 de la mañana. Desde los cinco años, con sus ilusiones empacadas en un morral tan viejo, que se pueden divisar en él sus lápices y sus cuadernos, ha tenido que caminar por más de dos años, una hora y quince minutos para llegar a su escuela.

Su casa, una finca de tres habitaciones hecha de guadua pareciera venirse abajo con el más mínimo soplido. Custodiada por Luky, un perro de dos años que perfectamente se puede confundir con un becerro por las manchas blancas que lo cubren, es el lugar donde vive Lina con su madre Dora, y su hermano Juan de un año de edad.

Con un trapo amarrado a su cabeza, la señora Dora apellido, a las 5:00 de la mañana se encuentra ya en aquel cuarto, donde el techo pareciera botar lava encima del fogón y donde el olor del café se convierte en el de la mañana. Allí, se encuentra Dora amasando y batiendo lo que será la única comida en toda la mañana de Lina, hasta las 2:30 que regresa a almorzar.



A las 6:00 de la mañana, Lina bien vestida con su uniforme limpio y su cabello entrelazado con una cinta blanca, que se pensaría que iba para una ceremonia sino fuera por sus botas pantaneras, emprende el largo camino. Un camino que martirizan sus pies como si fueran espinos, acompañada por los rayos de un fuerte sol que despiertan en ella sentimientos de cansancio en esas trochas que parecieran no acabarse.

Entre el estudio y las travesuras

Lina no es la única estudiante que camina por más de una hora para llegar a la escuela EL CAY. Mas del 60% de los estudiantes viven en fincas y “casas” alejadas de la institución, incluso vienen de otras veredas.

Pero a Lina no le importa mucho qué tanto tenga que caminar, y tampoco le interesa pensar si en el día de hoy tendrá algo que comer en la hora de recreo. Lo único que le importa a ella es llegar a un mundo diferente, donde la risa se encuentra en el rostro de los niños como dulces en una piñata, y donde las travesuras en el patio y los gritos de juego al escondite y al congelado hacen casi la combinación perfecta.

Con un rostro agotado, unos cuantos parches de barro en el uniforme y unas botas bañadas de excremento de vaca, que evidencian los espesos caminos y las sucias trochas que ha caminado, Lina cruza la entrada de la escuela alrededor de las 7:20. Sus amigos con gritos, invitándola desde ya a jugar, son la bienvenida que borra toda muestra de cansancio.

Pero Lina, antes de iniciar cualquier actividad, cambia aquellas botas casi café, por unos zapatos negros tan bien lustrados en los que se pudiera reflejar cualquier cosa, sino fuera por lo rotos y las arrugas que se le hacen cada vez que camina con ellos.

“Es una niña muy dedicada, esta pendiente de muchas cosas al tiempo que esta su hermano, la casa, su estudio”, dice Dora, quien ha sido madre soltera desde hace tres años y trabaja arreglando una finca todos los días.”Lina recoge a Juan en la casa donde trabajo cuando sale de estudiar, de ahí salen los dos monte arriba”,explica.



Lina con solo siete años dice que desea ser una profesora, “de esas que le enseñan a sus estudiantes las sumas y restas y todo eso de una manera divertida ”“Y podría serlo si sigue así”,aseguran algunos de sus profesores, pues ella es una de las estudiantes más destacadas en la escuela.

La rutina de Lina, es probablemente la rutina de muchos niños, no solo en su escuela sino en todo el país. Pequeños que a sus pocos años han saboreado esa gota de sudor que cae por sus frentes; niños que han sabido tal vez lo que son los obstáculos y por qué no los sacrificios, pero niños que al igual que todos, sueñan y tienen logros, y que por más dura que parezca la situación luchan y permanecen firmes.

No te puedes perder!!





Vereda CAY, Ibagué Tolima